lunes, 25 de febrero de 2013

Escenas y Diálogos #5 (Parte 2)

Hola a todos :)

Escribo hoy para hacer la segunda parte del quinto Escenas y Diálogos  si ya leyeron la primera parte entonces ya saben de que libro lo hice. Si no lo han leído, escogí el siguiente....





Puro de Julianna Baggott




-Creemos que la madre del puro sigue con vida. La está buscando.
-Eso también puede interesarle a nuestra buena madre.
-¿Crees que, mientras tanto, podríais correr la voz sobre Pressia entre el resto de madres? Es morena y tiene los ojos negros y almendrados, y una cabeza de muñeca en lugar de mano. Es menuda, con una cicatriz curvada en torno al ojo derecho, como una media luna, y quemaduras por ese mismo lado de la cara. -Conforme Bradwell va describiendo a su amiga, Perdiz se pregunta si el chico siente algo por ella. ¿Le gusta o es solo que se siente responsable? Nunca se le habría pasado por la cabeza que Bradwell pudiese estar pillado por alguien, pero claro que puede; es humano. Por un momento casi llega a caerle bien Bradwell, siente que tal vez tengan algo en común  aunque entonces recuerda que acaba de ofrecerle un trozo de el a unas extrañas.
La mujer asiente:
-Haré correr la voz.
(Bradwell, Perdiz y las Feministas Femeninas, páginas 267/268)




-Ni se te ocurra pensar que me vas a quitar el chip del cuello -le dice a Bradwell-. No lo vas a hacer y punto. Ni te me acerques.
-Saben donde estás todo el rato. ¿Eso es lo que quieres? Con lo mucho que te gusta la Cúpula, no me extrañaría que te gustase convertirte en su marioneta.
-¡No soy la marioneta de nadie! Estás paranoico. ¡Pirado!
-Tan pirado como para andar buscándote.
-Yo no te he pedido que me hicieras ningún favor.
-Pero tu abuelo si, y creo que ya lo he pagado con creces.
Pressia siente como si le hubiesen pegado un puñetazo y la hubieran dejado sin aire. ¿Por eso la ha estado buscando? ¿Porque le debía a su abuelo un favor por ponerle unos puntos en la mejilla?
-Bueno, pues considera la deuda pagada. Yo nunca he pedido ser la carga de nadie.
-No quería decir eso -esgrime Bradwell.
-¡Silencio! -exclama Perdiz-. ¡Callaos ya! -Está pálido y tembloroso.
(Pressia, Bradwell y Perdiz, página 295)




Se hace el silencio y ambos oyen a Perdiz farfullar entre sueños.
-Entonces...-empieza a decir Pressia.
-Entonces, ¿qué?
-¿Por qué viniste a buscarme si no fue por mi abuelo?
-Tú sabes por qué.
-No, no lo se. Dímelo. -Están tan juntos que Pressia nota el calor que desprende el cuerpo del chico.
(Pressia y Bradwell, página 319)




Bradwell ha insistido en ir cerrando la marcha "para vigilar", pero Pressia se pregunta si estará preocupado por ella. Recuerda el tacto de su mano en el cuello antes de extraerle el chip y el roce suave de su dedo sobre la cicatriz de la muñeca. Y sus ojos, las motas doradas. ¿De donde habían salido? Era como si hubiesen aparecido de un día para otro. Es posible encontrar belleza si te esfuerzas en mirar. De vez en cuando, en un rápido fogonazo, recordará como la miró, cómo fue procesando punto por punto su cara. Pensarlo la pone nerviosa, con la misma sensación de cuando tienes un secreto que no quieres que nadie sepa.
(Pressia, página 351)




-Helmud, ¿lo hiciste para matarme a mí?
Y esa vez Helmud no repite las últimas palabras de su hermano. Quien calla otorga.
Por primera vez hasta donde recuerda, Il Capitano se siente orgulloso de su hermano:
-¡Vaya con Helmud! ¡Joder! ¡Estabas planeando matarme!
(Il Capitano y Helmud, página 388)




Helmud siente las costillas de su hermano entre las rodillas y el corazón batiente de este por delante del suyo. "Abajo...bramido. Al viento...monta." El corazón de su hermano siempre llegara a todas partes justo antes que el de el. Es la forma en que pasará por este mundo: el corazón de su hermano, un latido, y luego el suyo. Un corazón encima de otro; un corazón que manda y otro que sigue. Corazones siameses, unidos.
(Helmud, página 417)




Bradwell tiene la caja negra contra las costillas. Acaricia la cara de Pressia y luego la coge por la barbilla.
-Se supone que solo te quedarías con nosotros por tu propio bien, por razones egoístas. Me dijiste que tenías una.
-Y la tengo.
-¿Y cuál es?
-Tu eres mi razón egoísta -le confiesa el chico.
(Pressia y Bradwell, página 426)






Y bueno, eso fue todo por ahora. Pronto haré un nuevo book tag y reseña. Espero que les haya gustado :)






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