martes, 19 de febrero de 2013

Escenas y Diálogos #4 (Parte 2)

Hola a todos :) en esta ocasión vengo a terminar el Escenas y Diálogos de Orgullo y Prejuicio que ya había empezado. Esta es la segunda parte y empieza ahora...



Orgullo y Prejuicio de Jane Austen




...Espantada  comprobó que quien entraba en el salón era Darcy. Tomó asiento por unos momentos, y levantándose luego, se paseó por la estancia. Lizzy estaba sorprendida, pero no pronunció palabra. Tras un silencio de varios minutos, se acercó a ella y, con visible agitación, dijo:
-He luchado en vano. Ya no quiero hacerlo. Me resulta imposible contener mis sentimientos. Permitame usted que le manifieste cuán ardientemente la admiro y amo.
(Lizzy y Mr. Darcy, página 222)




-...¡Y al regresar nos divertimos tanto! Creía que no conseguiríamos entrar en el coche. Me moría de risa. ¡Y lo pasamos tan bien durante el camino! Hablábamos y reíamos tan alto que habrían podido oírnos a diez millas.
A eso respondió con gravedad Mary:
-Lejos de mí, querida hermana, el despreciar tales placeres. Serán sin duda propios del carácter de casi todas las mujeres. Pero confieso que no me atraen. Prefiero, con mucho, un libro.
Pero a esta contestación Lydia no oyó una palabra. Rara vez escuchaba a nadie mas de medio minuto, y jamás prestaba atención a Mary.
(Lydia y Mary, página 259)




Cuando se encaminaban, cruzando el prado, hacia el arroyo, Lizzy se volvió para mirar de nuevo la casa; su tío y su tía se detuvieron también, y mientras aquél hacia conjeturas sobre la época de construcción del edificio, el propietario del mismo se acercaba deprisa hacia ellos desde el camino que por detrás conducía a las caballerizas.
Estaban a menos de veinte yardas, y tan repentina fue su aparición  que resulto imposible impedir que los viera. Los ojos de Lizzy y de Darcy se encontraron al instante, y los rostros de ambos se ruborizaron. El se paró en seco, y permaneció por un instante inmóvil a causa de la sorpresa.
( Páginas 287/288)




-Aun recuerdo que la primera vez que la vimos en el condado de Hertford quedamos sorprendidos de que se la considerara como una belleza, y viene a mi memoria una frase que usted dijo una noche, después de haber comido en Netherfield: "¡Ella una belleza! Antes se podría considerar a su madre un genio." Sin embargo, parece que desde entonces tiene usted mejor concepto de ella y, si no me equivoco, más bien la tiene usted por bonita.
-Si -replicó Darcy, que no pudo contenerse más-; eso fue solo al principio de conocerla, porque hace muchos meses ya que la considero como una de las más bellas mujeres que conozco.
Una vez dicho esto partió, y Miss Bingley se quedó con la satisfacción de haberlo obligado a decir lo que no apenaba a nadie más que a ella misma.
(Mr. Darcy y Miss Bingley, páginas 309/310)




-Aunque para Lydia el suceso ha de ser, por fuerza, desdichado, nosotras podemos sacar de el la lección mas provechosa: que la perdida de la virtud en la mujer es irreparable; que un solo paso en falso supone la ruina final; que su corazón no es menos quebradizo que admirable su belleza, y nunca puede resultar demasiado cuidadosa contra las indignidades del otro sexo.
(Mary a Lizzy, página 328)




-¡Oh Jane, si hubiéramos sido menos reservadas y hubiésemos dicho lo que sabíamos de el, no había ocurrido esto!
-Acaso hubiera sido mejor -repuso su hermana-. Pero dar a conocer las faltas anteriores de una persona desconociendo cuales son sus sentimientos en el presente, es injustificable. Nosotras obramos con la mejor intención.
(Jane y Lizzy, página 330)




-Yo nunca me fugaré, papá -dijo Kitty, colérica-. Si yo hubiera ido a Brighton me habría portado mejor que Lydia.
-¡Ir tu a Brighton! ¡No me fiaría de ti, ni en un sitio tan próximo como Eastbourne, por cincuenta libras! No, Kitty. Al fin he aprendido a ser cauto, y tu sentirás los efectos. Ningún oficial volverá a entrar en mi casa. Los bailes quedan prohibidos, a menos que asistáis a ellos con una de vuestras hermanas, y jamás iréis mas allá de la puerta de casa sin haber demostrado capacidad para ser razonable al menos diez minutos cada día.
Kitty, que tomo en serio las amenazas, comenzó a llorar.
-Bien, bien -dijo el-; no te alarmes tanto. Si eres buena muchacha durante los próximos diez años, al final te llevaré a ver un desfile militar.
(Mr. Bennet y Kitty, página 339)




Se sentía, pues, humillada y triste, y arrepentida, aunque no sabía exactamente de que. Ansiaba su estima cuando ya no podía esperar obtenerla; necesitaba oírlo cuando no parecía existir la menor probabilidad de avenencia; estaba convencida de que habría sido dichosa a su lado, cuando no era probable que se produjera un nuevo encuentro entre ambos.
¡Que triunfo para el, pensaba a menudo, si supiera que las proposiciones que solo hace cuatro meses desprecié con orgullo serían ahora alegre y gratamente recibidas!
(Lizzy, páginas 352/353)





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